Apuntes sobre la institución policial

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Apuntes sobre la institución policial

La seguridad siempre vuelve a ser agenda. En las últimas semanas, con la fuerza y fugacidad a las que nos tiene acostumbrados, el presidente tensionó el tema al punto de usarlo como excusa para proponer, aunque sea en el aire, intervenir la Provincia de Buenos Aires. Por esta centralidad del tópico, en las noticias, en el habla cotidiana, y hoy, por lo dicho antes, con más transparencia que antes, en la política. Por eso tal vez sorprende aquello que nota Marcelo Fabián Sain en La gorra y la tonfa: apuntes sobre la institución policialDice que la policía constituye un instrumento de gobernabilidad política fundamental que extrañamente fue ignorado como tal por la ciencia política de forma sistemática, pese a la centralidad que ocupa el Estado y los procesos gubernamentales en esta disciplina. El objetivo de los ensayos que reúne el libro es sensibilizar a los y las jóvenes politólogos y politólogas con estas cuestiones. El primer señalamiento es que la policía opera como la guardia de un hospital; no atiende sino al epifenómeno, el síntoma, aquello que es ya urgente y se generó por lo bajo, que no precisa más que una solución para salir al paso.  

 
 

Las aristas a pensar son múltiples, no sólo la tensa relación policía–política es del interés de Sain. Hay también una pregunta ontológica, que busca determinar qué es la policía, así como mecanismos e historias sobre la institución policial argentina (que Sain conoce muy bien); los intocables, la relación con el narcotráfico, la corrupción, la sindicalización, mucho de lo particular, que hace en definitiva al conjunto, y nos permite conocer la institución como un todo. Señala por ejemplo que la Policía Federal Argentina es la única institución que desde 1983 a esta parte, desde la instauración democrática, no ha sido objeto de ningún tipo de reforma o modernización institucional que erradique sus enclaves autoritarios. Esto nos invita a reflexionar a partir de otra novedad editorial; La matriz de sentido: ensayos sobre la larga agonía de la Argentina alfonsinista.

El objetivo de este libro es dar cuenta de cómo la llegamos a que –según las palabras que Pablo Semán dedica a este– la democracia tal como la conocemos en las últimas cuatro décadas corra peligro. Se trata de repensar los últimos años, de los varios kirchnerismos, del macrismo realmente existente, del Aleph peronista que significó el 2023, cerrando con aquello que marcó el cambio del régimen; la pandemia de Covid–19. Como veremos en muchos de los ensayos aquí reunidos, el régimen democrático nacido en 1983 se instituyó sobre un rechazo al Estado de seguridad nacional. El resultado fue un régimen democrático específico que se montó en dos pilares. Por un lado, la política del nunca más al terrorismo de estado. Por el otro, el compromiso con una democracia social que cada vez se encuentra, lamentablemente, más alejado de la realidad económica y social nacional. Ambas dimensiones están en el centro de la ‘’reforma revolucionaria’’ (...) de la sociedad argentina emprendida por el gobierno de Milei.

Este intento de reforma, señala Martín Plot, no es el primero. Las experiencias antes citadas también apuntar, con mayor o menor grado de explicitación, a realizar la propia: Como ya lo explicamos, Ackerman los llama ‘’movimientos constitucionales’’ –movimientos que buscan el cambio de identidad constitucional de una nación–. El menemismo, con su intento de desarmar las marcas simbólicas rel régimen –sobre todo las políticas de derechos humanos y las principales instituciones de la democracia redistributiva, como lo son la regulación estatal del mercado, la jubilación pública o las empresas estatales de servicios; el kirchnerismo post 54% de la reelección de CFK, con su sueño solo ocasionalmente explicitado de reforma constitucional y su incomprensible ‘’vamos por todo’’; y con el macrismo, con su neomenemismo purificado, liberado de sus elementos plebeyos, y su intento de terminar con la Argentina redistributiva y de Estado autolimitado en su acción represiva, este último el legado más preciado de lal experiencias de la transición y del 2001; estos tres intentos de ‘’reforma revolucionaria’’ de la matriz de sentido nacida en el ‘83 fracasaron.

No puede todavía escribirse el libro sobre el éxito o fracaso de este nuevo intento de movimiento constitucional. Podemos sí pensar qué nos trajo hasta acá y, en vistas de la sugerida amenaza de intervención, excusada en la seguridad, atender a la operación de las fuerzas de seguridad y pensar, de una buena vez, los vínculos y los problemas existentes entre la policía y la política nacional. Quizás estemos a tiempo de entender con qué lidiamos y, así, evitar que ese peligro advertido por Semán no termine de transformar aquello que en 1983 se inauguró.

Por Jaime Achaval

 
 

Podríamos hacer un niño

y llevarlo al zoo los domingos.

Podríamos esperarlo

a la salida del colegio.

Él iría descubriendo

en la procesión de nubes

toda la prehistoria.

Podríamos cumplir con él los años.

Pero no me gustaría que al llegar a la pubertad

un fascista de mierda le pegara un tiro.

Cristina Peri Rossi

El año pasado se realizó la 24 Muestra de Cine Documental en el marco del Festival Doc Buenos Aires. Allí se proyectó Todo documento de civilización, una película creada y construida a lo largo de casi diez años por el colectivo Antes muerto cine, explorando imágenes, investigando sonidos, registrando la belleza y la crueldad del mundo. Tatiana Mazú es realizadora documental-experimental y artista visual. Se define como activista feminista y de izquierda. Ella escribe sobre su película:

 

Un cruce de avenidas que es, a la vez, frontera entre la ciudad de Buenos Aires y su conurbano. Cada noche, miles de personas lo atraviesan volviendo del trabajo. Colectivos, semáforos, asfalto, hormigón, un cartel oxidado. Alguien que va a estudiar, otrx que vende pan. Alumbrado público y propaganda electoral. Publicidad de celulares y hamburguesas. Basura y la señora que vende flores. El relato de una madre que perdió a su hijo en manos de la policía se enfrenta a la imagen de la normalidad. Su lucha y su voz dibujan los imaginarios mundos de Julio Verne, con los que fantaseaban juntxs. Esta película es un proceso de excavación. O la disección del paisaje donde, hace quince años, el Estado desapareció a Luciano Arruga.

 

Walter Benjamin afirma, en 1942, que “Todo documento de civilización es, a la vez, un documento de barbarie”, y de esta premisa parte la película. La ciudad de Buenos Aires, el conurbano, sus periferias, sus mapas. Un auto recorre la ciudad y registra, mira y persigue, recopila el paso del tiempo, el tráfico, el cemento, los túneles, los puentes que dividen una cosa de la otra. El diseño de un sistema cartográfico que delimita lo que queda por dentro y lo que queda por fuera: bordes rugosos, ásperos, concluyentes. Aquella línea divisoria y difusa que conforma la frontera: un espacio indefinido e impreciso, de tránsito, descampado y desnudo, hostil. Un 31 de enero de 2009, la policía desaparece a Luciano Arruga, un joven de 16 años de La Matanza. Cinco años más tarde, encuentran su cuerpo. Cinco años. En realidad, toda una vida. Atravesados por el maltrato estatal y el abandono. Meses y meses para que algo movilice la búsqueda, años para atar cabos y cotejar huellas, infinitos días de expedientes abandonados, para que el caso termine bajo otra pila de papeles. La película pone en evidencia la violencia institucional presente en esos espacios ambiguos que no son ni una cosa ni la otra, donde no hay leyes ni reglas (pero en verdad sí), donde no hay idioma que valga, ni un hogar a donde ir. Aquella línea fronteriza aleja, divide experiencias, arrasa con vidas a raíz de esas diferencias. Observamos una autopista y recorremos aquel deseo de encontrar un hueco, un haz de luz en esa pérdida. Salir al mundo, crecer, sostener, poner el cuerpo.

Mónica Raquel Alegre, la madre de Luciano, pone el cuerpo hasta el día de hoy para reclamar por la memoria, por un esclarecimiento, por la justicia. Las páginas de un libro de Julio Verne guían los sueños de la adolescencia: bailar, correr, hablar con amigos, tomar una cerveza, ir contra el mundo, conocer el mar. La película toma como ejes políticos y articuladores a la violencia estatal, la frontera, la autopista como línea divisoria, la pobreza, la desidia, el frío, la quietud y la soledad. A su vez, recupera a la ciudad como espacio de encuentro, de deseo y de lucha: un ritmo y una melodía que crece y no se apaga, persiste.

 

Una especie de fanzine, de objeto preciado, nos fue otorgado el día de la función a todos los espectadores. Dibujos, palabras, colores, agradecimientos, manifiestos. Preguntas. Diarios de montaje. Entre Tati y Manu, Manu y Tati, montan sus películas entre sí, ayudándose, construyéndose lentamente. De verdad, una película colectiva. Una historia colectiva. Se regalan palabras entre sí, se preguntan cómo suena el dolor, cómo se ven los sueños, cómo se piensa el cine, cómo hacer que las vidas valgan, cómo combatir la violencia. Allí, palabras que siguen resonando en el cuerpo:

 

El mar que limpia, que libera con sus aguas

y abandona restos en la playa

Hay que creer en algo, aunque sea en una piedra.

Una biblioteca: las formas de la victoria.

La película construye un artefacto: la nave.

 

Querer hacer una película donde las cosas hacen eco.

Y los materiales se afectan los unos a los otros:

el inconsciente de las películas,

arquitectura de la intuición.

 

Defender la opacidad.

La cantidad de idiomas que puede hablar una película.

 

Cuál es el limite entre una imagen que genera miedo y una que genera bronca?

Por Nina Turdó D’Antonio