Cuando pueda vuelvo / Cristina, un espectaculo politico

Cuando pueda vuelvo…El tole-tole y las pasiones entre el exilio y la vuelta de Perón

Una y otra vez, desde hace ya unos años y con todo el fervor otra vez esta semana, la comparación entre el acusado lawfare y la proscripción de Juan Domingo Perón está a la orden del día. Habría cambiado el actor decisivo que opera como institución política y se defiende como siendo otra cosa; del partido militar como espada de Damocles que pendía sobre todo proyecto político que desafiara los intereses de sectores dominantes, habríamos llegado al acaso más prolijo y sostenible partido judicial, como representante de cierta clase que determina quién sí y quien no puede oficiar de jugados

Sí, el golpe militar de 1955 fue un mazazo en la nuca de la cultura política argentina. Mirándolo con nuestro espejito retrovisor, nos animamos a decir que fue un trauma, es decir, que hubo un antes y un después. Justito en la mitad del siglo a los militares antiperonistas se les dio por disfrazarse de réferis, y como si la política fuera un partido de fútbol, los tipos sacaban tarjeta roja a los que no querían. Golpes de Estado que definían “vos jugas, vos esperá en el banco, vos afuera”

Esto que dice Mónica Bartolucci bajo la retórica del trauma atiende a algo que señala también Tulio Halperín Donghien Argentino hubo desde 1955 una guerra civil larvada. En su libro, Cuando pueda vuelvose trata de desarrollar justamente, en un tono irónico y tragicómico, los eventos de esa ridícula danza sin música que fueron los 18 años de la resistencia. Aramburu decidió, a través del decreto 4161, que Perón y el peronismo habían desaparecido. Después de todo, para eso tenía el poder, para dictaminar la realidad. El decreto decía que se prohibía la utilización de imágenes, símbolos y expresiones significativas que se refirieran al peronismo en cualquiera de sus formas. Perón estaría inhabilitado de participar electoralmente e incluso de pisar el país. Ni sus fotos ni su nombre debían ser mostrados ni publicados. Perón había decidido en primera instancia fusilar a quienes habían conspirado contra él, cambiando de opinión finalmente; otros terminarían de dar este paso funesto. La Revolución Libertadora fue desde entonces, la “Revolución Fusiladora”.

Pero si Bartolucci tiene que usar la comedia como marco conceptual para poder hablar de este trauma; la repetición de este evento tal vez tenga esta por ser tal este carácter intrínseco. Algo del cambio en el carácter de este partido proscriptor, que ya no es militar, más las enormes transformaciones sociales que la gente ha sufrido en los supuestos treinta años gloriosos, hacen que el fallo que prohíbe de por vida a Cristina Fernandez de Kirchner presentarse a elecciones, más allá del paralelismo que se pueda hacer, sea radicalmente distinto. No hay bombardeo, ni fusilamientos, alcanza ahora –y pareciera que así seguirá– con operaciones mediáticas. Y la propia ex presidenta parece manejarse en esos términos; el martes, cuando una multitud esperaba ansiosa que saliera a saludarla desde su balcón, recién a las 21:50 lo hizo, 10 minutos antes de que empezara el partido de la selección argentina de fútbol, acaso una coincidencia, acaso un olfato televisivo inoxidable. Gastón Cingolani y Mariano Fernández dicen sin miedo en el título de su libro Cristina, un espectáculo políticoY no dejan de señalar: tanto ella como la televisión son objetos del pasado, han cedido su centralidad. Podríamos pensar en cuán categórica es esta afirmación, no obstante. El impacto mediático del fallo sigue siendo innegable; incluso en redes sociales el tema es tendencia, y también es medible el hecho de que hasta en ellas hay una gran tendencia a confiar en las noticias o recortes que vienen de la televisión.

 

 

La presente hora no tiene de nuevo más que su rabiosa actualidad; por lo demás, son viejas pulsiones, modos y recursos de la Argentina, América Latina y el mundo en general. Lejos de llevar a cualquier frustración, deberíamos celebrar que estudiar la historia es más que nunca útil para comprender el presente, y que, mucho más que en otras horas aciagas, acceder a un libro de esta índole no tiene para uno riesgo alguno.

Perón, sinfonía del sentimiento (1999) / de Leonardo Favio

Perón, sinfonía del sentimiento es una película documental de 1999, dirigida por Leonardo Favio, sobre la historia del peronismo. La película está dedicada a la memoria del expresidente Héctor J. Cámpora, del cantante Hugo del Carril, del pintor Ricardo Carpani y del escritor y periodista Rodolfo Walsh, así como "a los trabajadores, a los estudiantes, al Grupo Cine Liberación: Fernando Solanas, Gerardo Vallejo y Octavio Getino".

El film está organizado en dos partes, de trece bloques cada una. Comienza en 1916, con la elección de Hipólito Yrigoyen en la Argentina, la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa. Luego la película trata en detalle el crecimiento político de Juan D. Perón como Secretario de Trabajo y Vicepresidente dentro del gobierno militar conocido como Revolución del 43 y sobre todo sus dos gobiernos como presidente (1946-1952 y 1952-1955). La primera parte termina cuando Eva Duarte de Perón renuncia a la vicepresidencia en 1951, en medio de fuertes presiones militares. La segunda parte comienza con los últimos años del segundo gobierno de Perón y su violento derrocamiento en 1955. Luego se refiere a sus años de exilio en España, las luchas sociales en Argentina para conseguir el regreso y la legalidad del peronismo, finalizando con la re-elección de Perón como presidente en 1973, poco antes de morir.

Favio interviene el material con el que trabaja, realiza una operación poética sobre las imágenes. No queda atado a lo testimonial, sino que se permite bucear dentro de la imagen, ralentarla, seleccionar qué quiere que ella muestre. Las combina con la música, organiza la expresión plástica de la sinfonía.

No es la primera vez que Favio habla del peronismo en términos religiosos; alguna vez llegó a comparar a Eva con Cristo y a Perón con Dios. El resultado, más que una película, es un acto de fe y, como tal, tiene la primera virtud de confrontar a su público con sus propias creencias y, por extensión, con su conducta en función de las mismas según el grado de protagonismo que le haya reservado la historia. Sería una simpleza asegurar que su película «peroniza». Lo que produce, a la larga, son fenómenos íntimos mucho más complejos y difíciles de lograr: instala la necesidad de creer en algo, así como Favio cree en el peronismo; o, por lo menos, el deseo de empezar a procesar una mirada propia sobrela historia argentina reciente, de buscar una síntesis personal apartando toda la hojarasca de rencores, de prejuicios y de contradicciones engendradas por la figura de Perón.

La estrategia de propaganda del peronismo (entre 1946 y 1955) fue diseñada desde la Subsecretaría de Prensa y Difusión, y tuvo uno de sus puntos de apoyo en la gráfica, mediante la producción y la amplia circulación de impresos, afiches, libros de texto, revistas, etc. El modo de apelación de esta gráfica se apoyaba no solo en la transmisión de contenidos sino también en la manera de exponerlos. El peronismo elaboró una imaginería visual distintiva, una iconografía que, basada hasta cierto punto en la apropiación y en la resignificación de elementos preexistentes, fue adecuándose a un nuevo contexto político y social.

 

Por eso, lo peor que puede decirse de la película de Favio es que su apelación a la memoria no es aquí un movimiento destinado a dilucidar el pasado y a penetrar las razones ocultas de certezas y de ambigüedades, sino, en todo caso, el retorno a un territorio conocido. No se recuerda para transformarse sino para reconocerse, para corroborar la identidad. Favio habla directamente de lo que significa ser peronista en un aluvión de imágenes que comparte una poética común con sus films de ficción. Lo que Favio documenta no es ni la figura de Perón ni la historia del peronismo sino la experiencia vital, primaria y colectiva de ser peronista. No es un film «de propaganda», porque no quiere concientizar sino celebrar.

Fragmento de “Las patas en la fuente” / de Leónidas Lamborghini

Cuando los elementos adictos

tomaron las fábricas

La Prensa

se descompuso

en varios editoriales

qué es

ese olor a mierda?

Es el miedo es el miedo

y hay que leer

entre líneas

entonces el Buen Idiota

balbuceó su verdad

“aquí

los únicos privilegiados

son los privilegiados"

balbuceó

pero hay cretinos

siniestros

me dictó

la cabeza

pero qué

qué dice la gente

joven

Nada podrá más

que la decisión

y el coraje