DESORDEN DE LA EDUCACION, EL. / NARODOWSKI MARIANO

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La educación. Para muchos una pasión, un desafío, para otros, un dolor de cabeza. Pensar en ella para tratar de entenderla – y poder actual a través del cambio - significa darse cuenta de que la crisis de la cual se hablaba hace más de una década y que llevó a la reforma educativa no se ha superado y que es necesario repensarla, desmenuzarla al punto mínimo de su existencia para que luego de haber sido comprendidas cada una de sus partes se pueda volver a estructurar.
Hoy la educación parece desordenada. Muchas medidas no parecen claras, pero sin embargo la educación escolar sigue existiendo. Precisamente este desorden es el que intenta analizar el Dr. Mariano Narodowski en su último libro El desorden de la educación. Ordenado alfabéticamente, publicado por Prometeo Libros en Buenos Aires en el mes de diciembre de 2004. Como se afirma en la contratapa, “este libro critica con agudeza e inteligencia a la educación actual y muestra que no precisamos de una cosmética en la estructura del sistema educativo o un programa con más presencia e la televisión que en las escuelas. Necesitamos apostar fuerte pro ejemplos, valores y saberes”.
Palabras o conceptos (que son más que ellos) son “definidos”, pensados con la agudeza de Narodowski. Autogestión, autonomía escolar, burocracia, convivencia escolar, descentralización, deserción escolar, diversidad, educar al soberano, Ley Federal de Educación, malestar docente, miedo, políticas educativas del Estado, etc., son las palabras que intenta definir, pensándolas desde la complejidad misma de cada uno de los términos y dando cuenta de todas las relaciones posibles entre ellas y de sus múltiples conexiones. 
Escrito con el estilo que lo caracteriza en sus clases, con el desenfado y las ganas de hacer un libro accesible, no sólo para los docentes y especialistas en educación sino para todos, busca en sus recuerdos y dedica un apartado especial a Clementina, su pulcra maestra que “pagaba. Tiraba de las orejas, del pelo, nos azotaba con pequeños coscorrones en la cabeza y cada tanto nos zampaba un buen cachetazo” (51) y otro a Zulema, su abuela materna que en 1973 fue a escuela, con 60 años de edad para leer y escribir, y tuvo el orgullo de ser 2abanderada en la fiesta de año, a la que concurrió con su guardapolvo blanco perfectamente planchado” (263).