Una nación para el desierto argentino

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Una nación para el desierto

En el discurso que dió el domingo 19 de noviembre por la noche, cuando Javier Milei se consagró como el presidente electo de Argentina, volvió a referir a Juan Bautista Alberdi como el máximo ideólogo de las famosas ideas de la libertad en la historia de nuestro país. Esto puede disonar en principio con la novedad que no sólo muchos de sus votantes le vieron como candidato, sino que él también se adjudica para sí. Pensar que las ideas de Alberdi no hicieron mella en la patria es ignorar -cuanto menos- la historia de la propia constitución nacional.

 

Buscar las líneas de continuidad entre esta elección y sus avatares con anteriores episodios de la política nacional es un trabajo fructífero, sin dudas: podemos retrotraernos a la discusión que con maestría reconstruyese Tulio Halperín Donghi en Una Nación Para el Desierto Argentino, entre Alberdi, máxima referencia intelectual de candidato Javier Milei, y Domingo Faustino Sarmiento, respecto de la posibilidad de desarrollar el país una vez producida la caída de Rosas. De la construcción política del período rosista, Alberdi rescata la construcción de una autoridad centralizada que permita combinar rigor político y activismo económico, de manera tal que las élites no sufran de luchas intestinas, permaneciendo sordo a los motivos ‘’sociales’’ (...) Para Alberdi, la creación de una sociedad más compleja (y capaz de exigencias más perentorias) que la moldeada por siglos de atraso colonial deberá ser el punto de llegada del proceso de creación de una nueva economía. Esta será forjada bajo la férrea dirección de una élite política y económica consolidada en la prosperidad por la paz de Rosas y heredera de los medios de coerción por él perfeccionados. De un modo semejante, el tándem Milei-Villarruel ya explicitó la necesidad de gobernar el país que heredan con una tiranía.

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En contraste con el proyecto sarmientino para este período de reconstrucción nacional, que influenciado por su experiencia en Estados Unidos, donde el mercado funciona y crece sostenido sobre una poderosa industria publicitaria (en tiempos donde la comunicación a distancia no podía ser sino escrita) que precisa un desarrollo humano de todos los individuos que hacen al cuerpo social, es decir, un Progreso sociocultural como requisito del progreso económico, Alberdi sólo concibe al desarrollo sociocultural como un accidente que acontece sólo luego del crecimiento económico, el cual es para el autor de las Bases exclusivamente un crecimiento acelerado de la producción, sin ningún elemento redistributivo. No hay razones político-sociales que hagan necesario este último; el autoritarismo preservado en su nueva envoltura constitucional es por hipótesis suficiente para afrontar el módico desafío de los desfavorecidos por el proceso. Alberdi no cree siquiera preciso examinar si habría razones económicas que hicieran necesaria alguna distribución de ingresos, y su indiferencia por este aspecto del problema es perfectamente entendible; el mercado para la acrecida producción argentina ha de encontrarse sobre todo en el extranjero.

Contemplar el pensamiento completo de Alberdi, quien además se cuidó de saber mutar su opinión acorde a las circunstancias lo exigían, es una tarea apenas más difícil que la de reconstruir todo cuanto dice sobre el tema Halperin Donghi. Sucede que Una nación para el desierto es un libro tan rico como las obras (tanto intelectuales como políticas) de los personajes que en el libro se tratan.

 

Serán tiempos para releer aquello atávico que se presenta como nuevo, y siempre es mejor procurar que para ello nos acompañen lectores que eleven constantemente la vara. Podes encontrar las obras más importantes de Tulio Halperin Donghi en nuestra página para entrar en contacto con uno de ellos.

 
 

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