El futbol y los feminismos en América Latina

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Historias mínimas de América Latina

Deleuze afirma en alguna parte que ninguna otra patria, además de Rusia, ha formulado la pregunta por el ¿Qué somos? de una forma metafísica. La tesis, aunque rimbombante, tiene la forma lógica de un juicio universal, llamada por eso a ser -casi siempre- refutable. La propia tradición literaria y ensayística argentina tiene como una de sus líneas directrices esta búsqueda por aquello que configura el nosotros de la nacionalidad. Y si incidentalmente fuéramos más allá, encontraríamos que en la patria grande definir las cualidades que nos pertenecen por ser latinoamericanos es también una actividad recurrente. Desde México, por ejemplo, llegó a nosotros una colección con ánimos de expresar aquello que somos qua región, pero que excede cualquier forma de institucionalización posible. No se trata de fronteras, ni de decisiones jurídicas que hagan a algo latinoamericano (o no); la colección nos ofrece una serie de eméritos autores que buscan el propio sabor de la región en un campo específico.

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Pablo Alabarces es uno de los escritores de esta colección, Historia Mínima, que ahora, junto con el Colegio de México, co-edita Prometeo en Argentina. Fiel a su vocación de entender la sociología de uno de los vectores culturales y populares más importantes de toda el subcontinente, el autor nos ofrece en esta ocasión el título El Fútbol en América Latina. Es un libro de historia donde el objeto del que se habla tiene límites difusos, hasta el punto mismo que bien podría no existir como creemos que lo hace. Dice Alabarces: “Esta es una historia de algo que no existe. Y, sin embargo, es una historia posible. El fútbol latinoamericano no existe como narrativa unificada, como desarrollo homogéneo, como modo de jugarlo o de mirarlo, ni siquiera como orígen común -y, mucho menos, como destino-.”

 
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Y, como historia posible, ésta comienza en las márgenes del Río de la Plata, hacia 1807, luego de la reconquista de Buenos Aires frente a las invasiones inglesas. Derrotadas estas, una colonia incipiente de ingleses expatriados que vinieron con Beresford cuyos habitantes jugarían lo que posiblemente haya sido el primer partido de fútbol en nuestro país: ‘’Alguna fuente invierte los colores, aunque no creemos que sea decisivo quien era rojo y quien era blanco. Sabemos también que el juego duró dos horas, entre las 12:30 y las 14:30 horas, y que se desarrollo en la zona del parque de Palermo -una placa cerca del actual Planetario de Buenos Aires afirma con típica jactancia argentina que allí se jugó el primer partido de futbol del continente latinoamericano-. (...) Lo que no sabemos es si jugaron al fútbol. En 1874, el Buenos Aires Football Club decidió respetar las reglas del rugby en lugar de las de Cambridge. No hay ningún testimonio de qué reglas se respetaron en 1867’’.

 

Pero por supuesto que si esta historia posible no es la que necesariamente ocurrió podríamos bien comenzarla por otra parte, en otro momento;  la historia de la disputa alrededor de la profesionalización en Brasil, la oposición a esta de Arthur El Tigre Friedenreich, un mestizo de ojos verdes que representaría un punto de inflexión en la historia del fútbol brasilero y consecuentemente del mundial, o la relación entre la posibilidad de ver con cierta facilidad las destrezas de Pelé y Garrincha con la aparición de EuroVision en los cincuentas, que deriavaría en la historia de cómo la televisión cambió al propio mundo del fútbol, siendo que éste último se transformó en la mercancía por excelencia de la televisión.

Pero podríamos darnos el lujo de presentar aún otra historia posible en nuestra América; la historia de los diversos movimientos que han combatido en nuestro país por conseguir, consolidar o defender los derechos de las mujeres, una historia que se encarga de exponer las sutilezas y puntos de coincidencia entre Los feminismos en América Latina, escrita por ni más ni menos que Dora Barrancos. El libro tiene dos bloques temáticas cuyo criterio de división es temático; América central uno, del sur el otro, y un tercer bloque que involucra espacialmente ambas Américas, pero temporalmente se fija en la historia contemporánea o reciente de los movimientos. En este tenemos el Mayo feminista en Chile, donde pese a un consolidado movimiento femenino en favor del aborto para 2013, las estudiantes de varias casas de altos estudios habían testimoniado que era habitual que algunas conductas de acoso sexual y que fueran autores de hechos mas graves, pero la eficacia de las denuncias era muy limitada en buena parte de los casos, o la aparición del #NiUnaMenos como gérmen de la campaña nacional por el aborto en Argentina, a raíz de una intervención mediática en las redes que Marcela Ojeda hizo luego del crimen a Chiara Baez.

Los otros bloques, por su parte, tienen un capítulo dedicado a cada país, no sólo con las más remotas insurgencias de movimientos feministas en cada uno de ellos, sino narrando la situación general de las mujeres en cada uno de estos territorios. El caso paraguayo, por ejemplo, con la guerra de la triple alianza a modo de telón de fondo, revela figuras femeninas de especial coraje y resistencia (...) durante décadas el país tuvo una dominante demografía femenina, pero lentamente pudieron recuperarse volúmenes de población haciendo más equitativo el balance de los sexos. La sociedad paraguaya puso en p´ractica amplias formas de concubinato, de poligamia y de poliandra, las cuales se han denominado de ‘’amor libre’’ -en las que no cabe imaginar un pasaje ‘’matriarcal’’ pues las formas culturales, justamente por déficit de varones, acentuaron sus prerrogativas-.

El título de la colección podría engañarnos y hacernos creer que podemos con estas líneas austeras condensar lo que en los títulos se narra, pero hay que entender lo mínimo de estas historias en un sentido relativo, sabiendo que el valor de estos textos es resumir procesos bicentenarios con infinidad de variables en un puñado páginas, de donde la minimalización viene dada por la forma,  

 

LEGUAS /

de Lucrecia Martel (2015)

Los miembros de una comunidad indígena reclaman las tierras de las que fueron despojados ilegalmente por un terrateniente local. Casi sin límite entre lo documental y la ficción, Lucrecia Martel narra parte de la vida de una familia y sus hijos. Los niños y niñas de la comunidad Diaguita Calchaquí Las Pailas en Salta ayudan en la cría de ganado e intentan mantenerse escolarizados pero sufren a diario la violencia (psicológica o directamente física) por parte de terratenientes que los expulsan a diario, persiguiéndolos. Este cortometraje muestra con crudeza no solo las profundas desigualdades sino también la permanente tensión que lleva a niños y niñas a abandonar la escuela frente a un entorno muy poco estimulante y a veces contundentemente agresivo.

 

El film -de 11 minutos- fue rodado en 2015 y forma parte del proyecto audiovisual El aula vacía, producido por el mexicano Gael García Bernal, el cual convocó a 11 directores de toda América Latina -Nicolás Pereda (México), Pablo Stoll (Uruguay), Carlos Gaviria Pérez (Colombia), Flavia Castro (Brasil), la dupla Daniel y Diego Vega (Perú), Tatiana Huezo (El Salvador), Eryk Rocha (Brasil), Mariana Chenillo (México) y los argentinos Pablo Fendrik y Lucrecia Martel- para que filmaran distintos cortometrajes sobre la problemática de la deserción escolar en el continente latinoamericano.

Link para ver el film
 

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